Nahúm profetizó contra uno de los enemigos más despiadados del pueblo de Dios. El imperio asirio conquistó y esclavizó a todas las naciones del mundo con una crueldad indescriptible. Dios había hecho un pacto con Abraham: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”. Nahúm habló palabras de consuelo a Judá: Nínive, la ciudad capital de su enemigo, pronto sería destruida. Dios trataría duramente a los asirios, y los castigaría por sus crueles pecados.