Nuestros hijos nos están observando como pequeñas unidades de radar; están pendientes de todos los aspectos de nuestra vida en los que estamos trabajando. Lo que modelamos en términos de nuestro propio caminar con Dios es lo que nuestros hijos imitarán y pensarán que esa es la manera que un cristiano actúa, o que esas son las normas del comportamiento cristiano.