Parte de nuestra responsabilidad como miembros del Cuerpo de Cristo, es la de mantener nuestros ojos bien abiertos, por si algún creyente está siendo arrastrado(a) por la corriente del pecado, y amorosamente llevarle de regreso a la comunión con Dios. A esto se le llama: restauración. La restauración es un ingrediente esencial para la koinonía que muchas veces se deja guardado en la alacena. ¿Conoce a alguien atrapado por una corriente peligrosa y que está siendo arrastrado hacia su propia destrucción espiritual? Si este es el caso, le invito a que tome una soga, pues la «clase de rescate» comienza en este momento.