Hoy en día, nuestra nación está luchando por su supervivencia. Sin embargo, nuestra lucha no son las enfermedades sociales «habituales» que atormentan a otros países. Nuestra lucha es una lucha por el alma en contra el pecado canceroso que se propaga insidiosamente a través de los órganos vitales de nuestra nación.
Nosotros podemos ayudar a que esta nación sobreviva de la decadencia moral en que vive. Si tan solo nos damos cuenta que la solución comienza con nosotros, no con ellos. Nuestra supervivencia comienza con una declaración de dependencia. Específicamente, una dependencia en Dios.