Pocas experiencias perturban tanto que estar con un hijo cuyo comportamiento está fuera de control. Nuestra tendencia puede ser la de culpar al niño, pero la mayoría de las veces la responsabilidad descansa con los padres. Muchos padres cristianos desconocen del “lado oscuro” del niño y fallan al tratar de formar la voluntad del niño con principios bíblicos. Una vez entendida la inclinación de ese hijo a la insensatez y al pecado, es asombrosa la diferencia que este conocimiento puede hacer en la apropiada instrucción de los hijos. Sólo cuando respondemos apropiadamente a la pecaminosidad de un hijo podemos cultivar en él o ella una vida de dominio propio.
