Tristemente la senda del servicio cristiano está regada con los escombros dejados por discípulos desobedientes. Esos discípulos en un tiempo tuvieron una fe sincera y viva, como la suya o la mía, pero de alguna manera su fe como roca se erosionó, hasta convertirse en un puñado de preguntas que nos acosan. «¿Cómo pudo pasarle eso a esa persona? Siempre lucía tan fuerte», o «Si esa persona no pudo guardar su compromiso con el Señor, ¿cómo podré yo? Yo no le llego ni a los talones en madurez espiritual».