En muchos sentidos, nuestro caminar con Dios es algo que nosotros no debemos guardar en silencio. Compartiendo nuestra fe, nosotros no solo esparcimos las buenas noticias, pero nos declaramos públicamente como uno que es cristiano y no estamos avergonzados de ello. Pero, por otro lado, es posible ser tan públicos, tan conscientes de que las demás personas nos están viendo que transformamos nuestra espiritualidad en un desempeño público. Cuando esto ocurre, solemos «practicar nuestra justicia para ser vistos por ellos» en vez de caminar humildemente con nuestro Dios.