Cuando Dios le quite el poder y el dominio a Satanás y a sus seguidores y se lo dé a Cristo y a Sus santos, la rebelión finalmente vendrá a su fin y el paraíso se recuperará. Al considerar esta profunda verdad y abrazar la esperanza y promesa de las cosas por venir, ninguna respuesta es tan apropiada como echar las coronas del gobierno propio de nuestras vidas, postrarnos sobre nuestra cara y clamar con la multitud de redimidos: “¡Digno es el Cordero!”