La Navidad es una época especial. . . envuelve un poder mágico y misterioso. Aún con tanto comercialismo que pretende que comencemos a celebrar las fiestas navideñas antes de tiempo, escuchar los villancicos, disfrutar los olores y los colores de la época hace que sintamos algo muy especial que no sentimos el resto del año. Sin embargo, a pesar de las luces de colores y las hermosas decoraciones, ellas no son el motivo de la temporada. Ese poder especial está envuelto en un pequeño paquete dentro de nuestros corazones y se llama: el gozo encantador del dar. El dar rasca la picazón de la gracia que se encuentra justo debajo de nuestra piel. Nos satisface y nos da placer rascarnos aunque solo sea por una temporada. Y para muchos, eso es lo más cercano que puede llegar para experimentar la gracia de Dios; esa gracia que da libremente sin esperar recibir nada a cambio.