Hay algo malo en la forma en que observamos y celebramos la Navidad en nuestros días. Lo que una vez fue la sencilla historia de una joven adolescente judía y su joven y desconcertado esposo mirando el rostro de un recién nacido—que era Cristo el Señor. Ahora se ha convertido en una religión en sí misma, con todos los requisitos característicos: deidades misteriosas y poderosas (la economía y Santa Claus), casas de adoración (centros comerciales), narrativas (villancicos) y rituales (decoraciones y compras en exceso).