La Palabra de Dios tiene la capacidad de aclarar la niebla que nos rodea y enfocar nuestras vidas en lo que es importante. Con autoridad y precisión, la Biblia reorienta nuestras prioridades ordenándonos a buscar primeramente el reino de Dios (Mateo 6:33), y también traza límites advirtiéndonos no adorar el mundo y sus cosas (1 Juan 2:15). Lo que es verdad en cuanto a las prioridades y los límites, lo es también en cuanto a quien adoramos. Nuestra cultura puede adorar un sinnúmero de «dioses», pero la Biblia dice que debemos enfocar nuestra adoración en tan solo uno de ellos: Jesucristo.