Los niños recién nacidos no son suaves pedazos de barro listos para ser moldeados en lo que los padres piensan que deben ser. En lugar de esto, un bebé llega a este mundo portando “inclinaciones” divinamente ordenadas. La tarea principal de los padres es descubrir cómo está hecho cada hijo y, durante este proceso, dar forma a la instrucción del niño para que esté de acuerdo con la personalidad única del niño. Además, los padres deben recordar que hay una tendencia al mal en cada niño que lo incita a él o a ella a desobedecer, resistir la autoridad y rebelarse. Por otro lado, hay un lado brillante en cada vida, donde surgen las tendencias y capacidades positivas.