1 Pedro 2:4-12
Contrario a la opinión popular, Dios no está sentado en el cielo con un rostro duro y Sus brazos cruzados en constante desaprobación por todo lo que hacemos. Él no está frunciendo el ceño. Él no está enojado con Sus hijos por todas las veces que tropezamos y caemos. Él es un Padre amoroso y somos preciosos a Sus ojos, somos el deleite de Su vida. Al observar Primera de Pedro vemos un vislumbre del deleite divino en la forma cómo Dios se refiere a nosotros.