Posiblemente todos hemos estado alguna vez en situaciones en las que al conversar con alguien que no es creyente surge el tema de la religión. Con cuanta frecuencia terminamos nuestra conversación preguntándonos: ¿Qué podría haber dicho o hecho no solo para ganar su atención sino mantenerla? ¿Cómo pude haber mostrado a Cristo a esa persona de una manera más comprensible? ¿Cómo podría haber impedido que sonara tan santurrón o tan fuera de contacto con la realidad? Hechos capítulo 8 tiene algunas respuestas para el evangelista aprehensivo.