Pienso que no hay nada más incómodo y atemorizante que caminar en un cuarto oscuro con las luces apagadas. Imagínese, caminar a tientas, con miedo de golpearse con la puerta o algún mueble. Lo mismo sucede cuando vamos por la vida rodeados de las circunstancias “oscuras” como la pérdida del empleo, el matrimonio o la muerte de un ser querido. Estas circunstancias hacen que en ocasiones nuestra vista “se nuble” y no sepamos qué hacer, a dónde ir o cómo actuar. En un lugar o en una situación así, sólo podemos ver con los “ojos de la fe”.