¿Ha notado que cada vez que las celebridades del mundo del espectáculo viajan, lo hacen acompañados de cientos de asistentes, un extenso guardarropa y múltiples comodidades de lujo? Los medios de comunicación anuncian su llegada con semanas de anticipación, y al llegar, la gente se alborota para verlos por un momento y conseguir un autógrafo. Muy rara vez, estos famosos se presentan en harapos, sin maquillaje, o con deseos de hablar con la gente común. Si este es el tipo de recibimiento que el mundo le da a las celebridades, ¡imagínese el gran recibimiento que debió haber tenido el Dios del universo cuando hizo Su entrada a nuestro planeta! Pero no. . . la llegada de Cristo a la tierra no fue anunciada con fanfarrias, bombos, ni platillos. No hubo despliegues de prensa, ni se organizó un gran desfile en Su honor. Jesús llegó a este mundo de la forma más humilde imaginable: como un frágil e indefenso bebé.