En 2 Corintios 2:14-15, el apóstol Pablo se refiere a los cristianos como aquellos quienes despiden un «dulce aroma». Desafortunadamente, en los últimos años, el hedor del pecado se ha infiltrado dentro de ministerios reconocidos, opacando la fragancia de Cristo. Al percibir únicamente el olor fétido, el mundo decide pensar que todas las iglesias son igual de nauseabundas. Pero esa forma de pensar está equivocada; todavía hay muchas iglesias que siguen despidiendo la dulce y agradable fragancia de Jesucristo.