El enfrentar la tentación es parte de la vida cristiana, y hasta que el Señor vuelva no podemos escaparla. Las tentaciones que enfrentan los padres no son más grandes que las tentaciones que enfrentan otros seguidores de Cristo, pero la realidad de que tenemos hijos e hijas observándonos, aprendiendo y dependiendo de nosotros intensifica tanto la batalla como nuestro compromiso para vencer la tentación.