2 Reyes 2:1-14 Muchas cosas han cambiado para Elías desde su huida al desierto. Su ansiedad por la obra de Dios ha sido sustituida por una más tranquila y paciente fe de que la voluntad de Dios se hará con o sin él. Elías descansó en Dios y en Su empleo de otro portavoz, inclusive alguien a quien él mismo guió y enseñó del grupo de profetas en Betel y Jericó. Elías se sintió confiado de que la obra de Dios se llevaría a cabo aun después de que él no estuviera en la tierra, y lo haría por medio de su sucesor: Eliseo. Al comenzar a leer Segunda de Reyes, capítulo 2, vemos a un Elías que ha peleado la buena batalla, que ha mantenido la fe y está a punto de terminar su carrera. Él recibiría la encomienda de Dios, “Bien hecho, buen siervo y fiel”, no con palabras, sino con el impresionante despliegue del poder de Dios. Elías no llegó a ser anciano y murió en la tranquilidad de su vejez. No, él pasó de la tierra al cielo en un gran salto sin ver la muerte.