Durante muchos siglos el pueblo de Dios fue obediente a un plan financiero que estaba garantizado a tener éxito. Bajo la Ley de Moisés, este plan, el diezmo, era una obligación, no una opción. Pagar un porcentaje preciso de los bienes, productos, y de los ingresos recibidos al Señor, era un requisito, al igual que dar “ofrendas voluntarias” para proyectos específicos y satisfacer necesidades. En el Nuevo Testamento, el diezmo no es un mandato; pero el dar con regularidad sí lo fue, mientras que el dar para ofrendas especiales era alentado. Descubriremos que lo que fue verdadero en el Nuevo Testamento, sigue siendo verdadero hoy en día.