Nadie puede negar que Pablo fue llamado a proclamar el evangelio de Jesucristo. Con celo, convicción y firme determinación, él predicaba a Cristo donde quiera que él fuera. Como descubriremos en esta sección de la Escritura, Pablo no conoció limites en cuanto a comunicar el mensaje de salvación. Sea que su audiencia fueran los judíos, los gentiles, los débiles o los fuertes, él trató de encontrar algo en común con todos ellos, con tal de «hacer todo lo posible» para salvar el máximo número de almas perdidas. ¡Cuánta pasión! Sin embargo, la belleza del estilo de ministerio de Pablo descansaba en el equilibrio que él modelaba. Hay tanto que aprender de este hombre de gracia y determinación, quien llevó en su cuerpo las cicatrices de Jesús, especialmente para aquellos de nosotros que esperamos «hacer todo lo posible» para alcanzar a nuestro mundo para Cristo.