Cuando se trata de nuestras actitudes hacia la adoración a Dios, la mayoría de nosotros diría que todo se trata de Él, pero a menudo nuestras acciones no lo reflejan. Estamos tan inmersos en nuestros propios mundos que esto afecta seriamente nuestra adoración. Las personas y las cosas nos distraen. Nuestras necesidades y deseos personales desvían nuestra atención de Dios para enfocarla en nosotros mismos. Sin embargo, los cristianos tienen una genuina sed de adoración verdadera, esa experiencia extraña y maravillosa de cambiar nuestro enfoque de nosotros mismos hacia Dios. ¿Cómo llegamos al punto en el que podemos tomar una posición para la verdadera adoración personal, familiar y colectiva? Comencemos esta reforma explorando el encuentro de un hombre con la adoración auténtica del Dios viviente.