Una batalla silenciosa hace estragos dentro de cada uno de nosotros: el conflicto entre el pecado de orgullo y la virtud de la humildad… el deseo de ser importante vs. la meta de ser como Cristo. No debería sorprendernos que cuando Dios dirigió al profeta Miqueas a decirnos lo que Dios espera de nosotros, Él incluyó «andar humildemente con tu Dios» (Miqueas 6:8 LBLA). Contrario a la opinión popular, es la humildad y no la auto-promoción, un prerrequisito para tener un corazón obediente.