Nuestra cultura recuerda la muerte de Cristo durante la Semana Santa pero muy a menudo, nos olvidamos que Él ya no está muerto . . . sino ¡VIVO! Pero hay dos voces internas que son virtualmente imposibles de acallar y no permiten que disfrutemos por completo de la nueva vida que tenemos en Cristo: son las voces de la culpabilidad y la vergüenza; nos siguen dondequiera que vamos. Juegan con nuestra mente y nuestras emociones y se esfuerzan en llevarnos al punto de la desesperación. Se podría decir que sólo un “milagro” podría soltarnos de sus garras. Y es verdad . . . se necesita un milagro de amor y gracia como el que Cristo comenzó en la cruz y completó en Su resurrección.