Alguien ha dicho que un secreto en la tierra es un escándalo abierto en el cielo. Nada puede ocultarse del Dios que lo ve todo. Eso no es amenazador si su vida privada la vive a la luz de las Escrituras. Pero es un sentimiento incómodo el saber que Él ve aun las intenciones del corazón. Al leer Lamentaciones nos damos cuentas de las terribles consecuencias de la desobediencia. La imagen que se nos da es cruda pero no es una sin esperanza. Dios permanece con su pueblo sin importar cuán infiel haya sido con Él. Jeremías aprendió esto cuando se hallaba sufriendo dentro del pozo de las consecuencias del mal; pozo que fue cavado por el pueblo de Judá. Cuando finalmente miró hacia arriba, por encima de sus circunstancias, él encontró a Dios aplicando, misericordiosamente a sus heridas, el bálsamo relajante de su amor infinito.
A medida que las noches se alargan y los días se acortan, descubrimos dentro de nosotros un anhelo más profundo que el simple deseo de encender lámparas para disipar la oscuridad. Es un anhelo de luz que reconforte el corazón y reavive la esperanza.
El Adviento nos encuentra en medio de ese anhelo. Nos invita a detenernos, respirar con calma y recordar que aún en las horas más oscuras, Jesús —la Luz verdadera— ya vino... y sigue brillando.
Este devocional es como una linterna para la travesía. Te guiará a lo largo del ciclo de la luz en Adviento: esperanza que rompe la noche, paz que afirma los pasos, gozo que enciende el corazón, amor que abriga el alma, y la llegada que inunda al mundo con el fulgor de Cristo. Este es el viaje del Adviento: una luz que crece en lo profundo del alma, hasta que Cristo disipe toda sombra con la plenitud de su gloria eterna.