¿Qué es lo que sucede cuando los cristianos escogen hacer lo que ellos quieren en lugar de lo que Dios quiere? ¿Qué es lo que Dios hace con los creyentes que rehúsan obedecerle? El profeta Oseas nos da una poética respuesta a estas interrogantes: «Siembran vientos y recogerán tempestades» (Oseas 8:7a). Elifaz, el amigo de Job, repite esta verdad con una característica franqueza: «Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan. Por el aliento de Dios perecen, y por la explosión de su ira son consumidos» (Job 4:8-9). En resumen, lo que Oseas y Elifaz están diciendo es que nosotros cosechamos lo que sembramos. Este principio espiritual fue notablemente ilustrado en la destrucción a gran escala de Jerusalén, castigo que cayó sobre los judíos debido a su persistente desobediencia a Dios.
A medida que las noches se alargan y los días se acortan, descubrimos dentro de nosotros un anhelo más profundo que el simple deseo de encender lámparas para disipar la oscuridad. Es un anhelo de luz que reconforte el corazón y reavive la esperanza.
El Adviento nos encuentra en medio de ese anhelo. Nos invita a detenernos, respirar con calma y recordar que aún en las horas más oscuras, Jesús —la Luz verdadera— ya vino... y sigue brillando.
Este devocional es como una linterna para la travesía. Te guiará a lo largo del ciclo de la luz en Adviento: esperanza que rompe la noche, paz que afirma los pasos, gozo que enciende el corazón, amor que abriga el alma, y la llegada que inunda al mundo con el fulgor de Cristo. Este es el viaje del Adviento: una luz que crece en lo profundo del alma, hasta que Cristo disipe toda sombra con la plenitud de su gloria eterna.