La gracia nos llega en dos dimensiones: una vertical y la otra horizontal. La gracia vertical se centra en nuestra relación con Dios. Nos libera de las exigencias y la condenación de la ley de Moisés, anunciando una esperanza para el pecador: el regalo de la vida eterna y todos sus beneficios. Además, nos libera de cualquier obligación de tratar de retribuir algo a Dios. ¡La gracia vertical es verdaderamente maravillosa! Por otro lado, la gracia horizontal se centra en nuestras relaciones humanas. Nos libera de la tiranía de tratar de agradar a la gente. Somos libres de sus demandas y expectativas, y ellos son libres de las nuestras. Cuando demostramos la gracia horizontal, aceptamos a los demás tal y como son. No mantenemos agendas personales que dicten a otros como ser o cómo comportarse. ¡La gracia horizontal es verdaderamente encantadora! En nuestros primeros mensajes, nos tomamos el tiempo para examinar la gracia inmerecida de Dios hacia nosotros. En este estudio vamos a ver la gracia a medida que fluye hacia los demás.
¡Qué verdad tan liberadora es la gracia de Dios! Todos éramos esclavos del pecado por nacimiento, por naturaleza y por elección. Viviendo bajo el dominio de ese cruel amo que es el pecado, no podíamos romper el yugo que nos mantenía presos a él. Pero un día llegó Cristo a nuestra vida y nos salvó, liberándonos para siempre de la maldición de la Ley, de la obediencia al pecado y de la tiranía de querer complacer a los demás. La gracia nos libera para servir al único Amo y Señor de nuestras vidas: Jesucristo.
Este estudio le recordará que donde abundaba el pecado, ¡la gracia sobreabundó! No se pierda esta oportunidad de explorar cómo la asombrosa gracia de Dios puede liberarle de la presión de dar la talla y permitirle vivir en libertad.