La Navidad es una época especial. . . Envuelve un poder mágico y misterioso. Aún con tanto comercialismo que pretende que comencemos a celebrar las fiestas navideñas antes de tiempo, escuchar los villancicos, disfrutar los olores y los colores de la época hace que sintamos algo muy especial que no sentimos el resto del año. Sin embargo, a pesar de las luces de colores y las hermosas decoraciones, ellas no son el motivo de la temporada. A pesar de lo magnifico de la música y los nostálgicos recuerdos, tampoco éstos son la razón de la estación. Tampoco lo son las posadas con sus piñatas y colaciones, ni las parrandas con los amigos. Ese poder especial está envuelto en un pequeño paquete dentro de nuestros corazones y se llama: El gozo encantador del dar. El dar rasca la picazón de la gracia que se encuentra justo debajo de nuestra piel. Nos satisface y nos da placer rascarnos, aunque solo sea por una temporada. Y para muchos, eso es lo más cercano que puede llegar para experimentar la gracia de Dios; esa gracia que da libremente sin esperar recibir nada a cambio.
En su nuevo libro, el pastor Charles R. Swindoll hace un llamado a la iglesia de Jesucristo a notar cuánto nos hemos deslizado. Esta gran erosión ha causado una explosión de guerras destructivas de adoración, reduciendo la adoración transformadora al entretenimiento, reemplazando el alimento de la Palabra de Dios por comida chatarra y causando un hundimiento muy profundo de la tolerancia cultural. La iglesia está dormida al volante, ¡y es hora de despertar!