La paciencia, la amabilidad, la bondad —todas estas virtudes del fruto del Espíritu están a tu alcance, incluida la siguiente virtud que estudiaremos hoy: la fidelidad (Gálatas 5:22).
La fidelidad es la base de toda relación, especialmente nuestra relación con Dios. «¡Grande es su fidelidad!», declaró el profeta Jeremías (Lamentaciones 3:23 NBLA). Porque Dios es fiel, podemos confiar en Él. Es fiable —siempre podemos contar con Él. Es leal —ten la certeza de que nunca nos dará la espalda. Es constante —como nos ama hoy, sabemos que nos amará mañana.
Visitemos a Jonatán y David en el palacio del rey Saúl y observemos en su amistad un reflejo de la fidelidad de Dios y una inspiración de cómo podemos ser fieles a quienes amamos.
A medida que las noches se alargan y los días se acortan, descubrimos dentro de nosotros un anhelo más profundo que el simple deseo de encender lámparas para disipar la oscuridad. Es un anhelo de luz que reconforte el corazón y reavive la esperanza.
El Adviento nos encuentra en medio de ese anhelo. Nos invita a detenernos, respirar con calma y recordar que aún en las horas más oscuras, Jesús —la Luz verdadera— ya vino... y sigue brillando.
Este devocional es como una linterna para la travesía. Te guiará a lo largo del ciclo de la luz en Adviento: esperanza que rompe la noche, paz que afirma los pasos, gozo que enciende el corazón, amor que abriga el alma, y la llegada que inunda al mundo con el fulgor de Cristo. Este es el viaje del Adviento: una luz que crece en lo profundo del alma, hasta que Cristo disipe toda sombra con la plenitud de su gloria eterna.