Ciertamente, «hay más bendición en dar que en recibir», tal como lo enseñó nuestro Señor Jesús (Hechos 20:35). En un mundo egoísta, donde la codicia y la envidia ocupan un lugar primordial en la vida de muchas personas, es un verdadero placer conocer a personas que han cultivado la gracia de dar. Tales personas son ejemplos alentadores de una disposición de servicio. Sin embargo, existe la otra cara de la moneda a tal generosidad: la gracia de recibir favores de otros. En nuestra cultura, que hace tanto hincapié en la independencia, la autosuficiencia y la alta productividad, podemos irnos al extremo de rechazar la gracia de Dios; lo que deja poco espacio para reconocer nuestra necesidad de ella, o aceptar los intentos de otras personas de ser generosas con nosotros. No debemos olvidar que la gracia que es realmente maravillosa es la gracia que es realmente aceptadora.
En su nuevo libro, el pastor Charles R. Swindoll hace un llamado a la iglesia de Jesucristo a notar cuánto nos hemos deslizado. Esta gran erosión ha causado una explosión de guerras destructivas de adoración, reduciendo la adoración transformadora al entretenimiento, reemplazando el alimento de la Palabra de Dios por comida chatarra y causando un hundimiento muy profundo de la tolerancia cultural. La iglesia está dormida al volante, ¡y es hora de despertar!