Jeremías ha sido llamado «una figura de bronce disolviéndose en lágrimas». Con la franqueza de un niño, el profeta libremente revela su honesta respuesta. Él lamenta la difícil situación de Jerusalén y solloza en voz alta mientras tropieza con los escombros que hay en las calles de la ciudad ahora saqueada por la invasión babilónica. En este primer capítulo de Lamentaciones la ciudad cuenta su historia de aflicción y luego se dirige a los transeúntes suplicando consuelo. Entretejido en la tela de estos versículos hay hilos muy frágiles de significado mesiánico que no deben ser pasados por alto.
A medida que las noches se alargan y los días se acortan, descubrimos dentro de nosotros un anhelo más profundo que el simple deseo de encender lámparas para disipar la oscuridad. Es un anhelo de luz que reconforte el corazón y reavive la esperanza.
El Adviento nos encuentra en medio de ese anhelo. Nos invita a detenernos, respirar con calma y recordar que aún en las horas más oscuras, Jesús —la Luz verdadera— ya vino... y sigue brillando.
Este devocional es como una linterna para la travesía. Te guiará a lo largo del ciclo de la luz en Adviento: esperanza que rompe la noche, paz que afirma los pasos, gozo que enciende el corazón, amor que abriga el alma, y la llegada que inunda al mundo con el fulgor de Cristo. Este es el viaje del Adviento: una luz que crece en lo profundo del alma, hasta que Cristo disipe toda sombra con la plenitud de su gloria eterna.